
El Maravilloso Mundo

El Pez Arcoiris
En el inmenso mar azul hay muchos tipos de peces. Uno de los más curiosos y deslumbrante es el pez arcoíris, que es como se conoce a un pez de muchos colores brillantes que únicamente habita en aguas pocas profundas y limpias en los lagos de INDONESIA.
El pez tiene una particularidad muy especial: durante la noche se esconde y solo se deja ver por el día ¿Quieres saber por qué?
Cuenta una vieja leyenda que hace mucho, mucho tiempo, en el mar se celebraban fiestas muy divertidas en las que todos los peces se reunían para cantar, bailar y pasárselo fenomenal.
Cada vez que había un festejo, las diferentes especies se turnaban para organizar los múltiples preparativos necesarios para que todo saliera perfecto. En cierta ocasión este gran honor recayó en los peces con escamas.
Todos los peces, del más grande al más chiquitín, se reunieron en asamblea con el objetivo de distribuir el trabajo de manera equitativa. Como lo más importante era que las invitaciones llegaran con bastante tiempo de antelación, acordaron enviar como mensajero al rápido y responsable marlín negro.


Encantado de ser el elegido, el pez fue casa por casa entregando las tarjetas. A última hora llegó a la casa donde vivía el pez arcoíris, y para su sorpresa, se encontró al pobre pececito totalmente desnudo.
El marlín negro se extrañó muchísimo y sintió un poco de apuro que trató de disimular.
– ¡Buenos días, amigo! Vengo a traerte la invitación para la próxima fiesta.
El pez arcoíris reaccionó con poco entusiasmo y ni siquiera se molestó en leerla
– ¡Ah, ya veo!… Déjala por ahí encima.
El marlín negro creyó oportuno interesarse por él.
– Perdona la indiscreción, pero veo que estás desnudo ¿Acaso no tienes ropa que ponerte?
El pez arcoíris se sonrojó y completamente avergonzado, bajó la cabeza.
– No, la verdad es que no tengo nada, ni un simple jersey… Lo siento mucho, pero en estas condiciones no podré acudir a la verbena.
El marlín negro se quedó tan impactado que no supo ni qué decir. Hizo un gesto de despedida y con el corazón encogido siguió en la entrega de las invitaciones.
Nada más regresar convocó una reunión de urgencia para relatar a los demás peces la lamentable situación en que se encontraba el pequeño pez arcoíris.
– ¡Tenemos que hacer algo inmediatamente! ¡No podemos permitir que nuestro amigo se pierda la fiesta solo porque no tiene la ropa adecuada!
Un pez loro fue el primero en manifestarse a favor del pececillo.
– ¡Claro que sí, entre todos le ayudaremos! Escuchad, se me ocurre algo: cada uno de nosotros nos quitaremos una escama, juntaremos muchas, y se las daremos para que se haga un traje a medida. La única condición que le pondremos es que cuando la fiesta termine tendrá que devolver cada escama a su propietario ¿Qué os parece?
Así que el pez loro no tuvo que insistir; sin más tardar, todos los peces fueron arrancándose una escamita de sus costillitas. Cuando habían reunido unas cincuenta, el marlín negro las metió en un pequeño saco y se fue raudo y veloz a casa del pez arcoíris.
– ¡Toma, compañero, esto es para ti! Entre unos cuantos amigos hemos juntado un montón de escamas de colores para que te diseñes un traje bonito para ir a la fiesta.
El pez se emocionó muchísimo.


– ¿De veras?… ¡Pero si son preciosas!
– ¡Sí lo son! Puedes utilizarlas como quieras, pero ten en cuenta que tienen dueño y tendrás que devolverlas cuando termine la fiesta ¿De acuerdo?
– ¡Oh, por supuesto! ¡Muchas gracias, es un detalle precioso! ¡Ahora mismo me pongo a coser!
El pez cogió aguja e hilo y durante una semana trabajó sin descanso en el corte y confección de su traje nuevo. Se esforzó mucho, pero mereció la pena, ya estaba perfectamente terminado y su traje brillaba solo en las noches. Se lo puso cuidadosamente y cómo no, se miró y remiró en el espejo.
– Caray, ¡qué bien me queda! ¿Son imaginaciones mías o es que estoy increíblemente guapo y brillante?
No, no eran imaginaciones suyas, pues en cuanto apareció en el convite, su aspecto brillantico causó verdadera sensación. Muchos peces se acercaron a él para decirle que parecía un auténtico galán y las hembras de todas las especies se quedaron prendadas de su elegancia y su brillante traje. El pez arcoíris estaba tan orgulloso y se sentía tan atractivo, que se dedicó a pavonearse por todas partes, asegurándose de que su glamour no pasaba desapercibido para nadie.
Vivió una noche auténticamente genial, charlando, bailando y comiendo deliciosos canapés ¡Hacía años que no disfrutaba tanto! Pero nada es eterno y cuando la fiesta estaba llegando a su fin, empezó a agobiarse.
Sabía que se acercaba la hora de devolver las escamas y le daba muchísima rabia. Ahora que tenía una ropa tan bonita y que le sentaba tan bien ¿cómo iba a desprenderse de ella?
Los invitados comenzaron a irse a sus casas y pensó que pronto no quedaría nadie por allí. En un arrebato de egoísmo e ingratitud, decidió que lo mejor era escabullirse por la puerta de atrás sin devolver las escamas. Miró a un lado y a otro con disimulo, se dirigió a la salida sin llamar la atención, y salió a aguas pocas profundas.
Poco después, la orquesta dejó de tocar y los camareros comenzaron a recoger las bandejas de pasteles donde ya solo quedaban las migas ¡La fiesta se daba por terminada!
Los peces que habían cedido sus escamas tan generosamente buscaron al pececillo por todas partes, pero enseguida se dieron cuenta de que el muy pillo se había esfumado. Esperaron un par de horas a que volviera e incluso algunos salieron en su búsqueda, pero nadie fue capaz de localizarle, ni siquiera en su hogar, cerrado a cal y canto. Del pez, nunca más se supo.
Cuenta la leyenda que, aunque han pasado muchos años, todavía hoy en día los peces del mar buscan al pececillo ladronzuelo para pedirle que devuelva las escamas a sus legítimos dueños, pero el pez se esconde muy bien y sale sólo de día para que nadie le encuentre.


FIN
